viernes, 15 de enero de 2010

El viaje (Relato breve para concurso de la EMT)


EL VIAJE (Relato corto para concurso de la EMT)

La enfermedad dejó en blanco quince años de mi vida y un fragmento perdido de mi memoria además de secuelas físicas. Desperté de aquella pesadilla una noche, de un día y de un año que para mi ya no tenían ninguna importancia en el mapa de tiempo; había perdido la noción. Desperté y me levanté en la cama de un Hospital, y lo primero que hice fue lo que haría tal vez cualquier persona sola, con una existencia vacía y fragmentada: comprar un ticket y coger un autobús de la EMT, deseando emprender un viaje sin retorno, pensando que aquel vehículo podría llevarme a un lugar donde pudiese sentirme inmune ante los sentimientos, a un espacio que tuviera la inmensidad como telón de fondo y que me permitiera olvidarme de todo.

La oscuridad de la noche caía sobre una ciudad mortecina y la luna de plata dibujaba sus perfiles interrumpidos por una lluvia intermitente que formaba charcos en las calles. Las hojas de los árboles bailaban al viento, algunas caían exhaustas sobre el suelo mojado y flotaban sobre el agua de los charcos, como lo hacía yo sobre una vida sin vida.

Al subir al vehículo me invadió una sensación confortable. Rodaba hacia un destino incierto en el que tal vez  los recuerdos dolían menos. Me limité a contemplar a traves de un cristal la poética de la ciudad de noche: los juegos de luces y colores; el vuelo de una bolsa de basura al compás del viento, imágenes de gente pasando veloces… Mi distracción se vio quebrada cuando el vehículo se paró dejándome en una playa en la que el mar destilaba olor a orines y a depuradora. En un carril bici próximo al lugar, las prostitutas y ladrones hacían su agosto con los turistas, y algún yonqui se chutaba a la vista de la gente.

Aquella playa era un reflejo lejano de lo que algún día llegó a ser, un espacio rebosante de vida donde la gente podía pasear sin miedo y divertirse. Yo también era ahora el reflejo de lo que un día fui, una persona llena de sueños que nunca se realizarían a causa de la herencia que la enfermedad me había legado. Me sentía como un reflejo más de un pasado glorioso; como el de aquella playa.

Un golpe de viento rozó mi cara, deseé que me llevara con él. De pronto, un vagabundo se acercó y pidió unas monedas. Vomité sobre él, sobre una sociedad injusta y sobre mí mismo. Se alejó maldiciéndome y desvariando.

A mi lado una pareja hacía el amor tras unas tumbonas. Me vino a la mente un fragmento de “Cançó” de Enric Cassasses:

L'amor ho cura tot i no et fas vell,
és perfecte contra els grans,
la sífilis del cervell
i la tristor de les mans.
L'amor, que juga a daus amb la fortuna,
cura de tot, menys de mirar la lluna.


De repente me di cuenta de que ya nada tenía sentido. Me adentré en el océano para no regresar jamás.

4 comentarios:

  1. Terriblemente maravilloso, Cristina. Una vez desorientado del rumbo que nos marca el destino, el compromiso de vivir, ¿pero a qué precio?
    Suerte, tiene mucho fondo este escrito.
    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Gracias MiánRos,

    Bueno un poco breve, el requisito es que tuviera un número de carácteres y es algo corto pero bueno me hacía ilusión participar porque en Mallorca no se convocan muchos concursos literarios. Un abrazo
    Cris

    ResponderEliminar
  3. Excelente Cristina!

    Me ha gustado mucho.

    Saludos!

    ResponderEliminar
  4. Hola Daniel,

    Un poco oscuro el final:) pero gracias.

    Saludos!

    ResponderEliminar